Hasta que llegaste tú.

Tengo los ojos tristes.
Y no entiendo por qué.
Porque para ser sincero,
pocas veces
me había sentado tan bien,
sentirme así de mal.

Sigo sin entender.

Me creí rey al borde del precipicio,
poseedor de nada pero dueño de todo.
Me creí controlar el tiempo en la manecilla del reloj,
y el espacio en las grietas de tus labios.
Pero caer en lo alto es un paso.
Y empujarme tu mejor opción.

Poesía.

Me llené de noche, estrellas y luces.
De tus ojos, piel y perfume.
De la copa, donde ahogabas tus penas.
Y de la pena, que escondían tus ojos.

Se cierra el telón.

Y al final volví a verte,
meses después de aquella noche,
por casualidad o por destino,
pero allí estabas tú;
y allí estaba yo.

Instantes.

Hoy he vuelto a pasar por ese parque,
ese en el que un día te agarré entre mis brazos.
Y es que debe ser cierto eso que dicen;
que siempre es levemente siniestro
pasar por aquellos lugares que han sido testigos de un instante de perfección.

Caída libre.

Y quise escapar del mundo
para refugiarme entre tus brazos
sin contar con que lo que yo quería desde un principio,
era refugiarme de ti.

Viaje sin retorno.

Se acabó el sufrir por amores no correspondidos;
el retener la duda en la cabeza
y el  miedo entre las manos.
Se acabó el querer en tu vida
a alguien que no te quiere en la suya.

Páginas en cenizas.

Intenté buscar la inspiración en fantasmas del pasado;
sin tener en cuenta,
que eso me hacía regresar a sus tumbas.
Y es que los muertos por los que lloro,
aún respiran.

Cuestión de número.

La soledad está subestimada.
Quiero decir,
quizás todos estemos destinados a alguien,
- quién sabe -
pero lo que está claro,
es que no se puede pretender ser plural
sin antes aprender a ser singular.