donde acaban las explicaciones,
donde no hay cabida a las respuestas.
Allí,
donde hemos llegado.
"Esto tan inefable."
Y llegaste tú.
Y con tu llegada vinieron un millón de sorpresas detrás.
Nunca acababa de entenderte del todo.
A lo mejor era porque ibas un paso por delante.
O a lo mejor era porque ni siquiera seguíamos el mismo camino.
Nunca llegué a saberlo.
Y sin embargo, ahí estaba yo,
siguiéndote el rastro.
¿Entonces cómo ir juntos si ni siquiera seguíamos el mismo camino?
¿Cómo darte la mano si la tenías tan lejos?
Como si tú fueras a saberlo...
Y realmente creo, que al igual que yo,
tú tampoco llegabas a entenderte del todo,
que por más que lo intentabas nunca te aclarabas,
y que cuando creías tenerlo claro,
aparecía una nueva duda.
Que tras esa capa de seguridad que enseñabas,
ocultabas un remolino de incertidumbres que ni tú misma eras capaz de deshacer.
Y que tras esa portada de confianza,
ocultaras ese saco de miedos,
fue lo que descolocó mis esquemas.
Lo que hizo que me perdiera.
Lo que hizo que te perdiera.
Y llegaste al fondo de nada
convirtiéndote en un todo totalmente superficial.
Haciéndote dueña del lugar.
Haciendo que mereciera la pena visitar unas ruinas
sólo por el hecho de que estuvieras tú en ellas.
Y nunca unas ruinas
fueron tan bonitas hasta que las pisaste tú.
Una salvación emergente.
Aquel caos envuelto alrededor de algo tan bonito
como lo eras tú.
Un desorden perfectamente ordenado
desde que tú llegaste.
Y esa salvación eras tú.
Y esas ruinas,
era yo.